lunes, 4 de enero de 2021

Distancia

    Caminando pegado a la orilla del mar, un eco viaja en la bruma que arrastra el viento del norte, se hunden mis pies en la arena mientras alzo la copa y brindo. Es necesario desaparecer cuando sientes que todo te inunda y ya no puedes levantar más el cuello, y la cura que te salvará es la de mimarte y levantar muros entre los que tu tiempo es un privilegio únicamente tuyo. Creo de verdad que los mejores encuentros se producen en soledad, en la que te descubres a tí mismo, te preguntas, te abrazas, te consuelas, te permites ser frágil y romperte. Y en ese acto de egoísmo, es donde sanamos.



    Creo por ello que los momentos de soledad se visten de bondad, porque cuando nos esforzamos por comprendernos a nosotros mismos para erigirnos en nuestra mejor versión, que es la de saber quiénes somos realmente, nos ofrecemos entonces a los demás a pleno rendimiento, sin fisuras, sin esas distancias que tan a menudo levantan muros envueltos en la bruma donde hasta el eco se extingue, donde las palabras mueren, donde las miradas viven perdidas.

miércoles, 26 de julio de 2017

Qué difícil tanta vuelta...

   Reaparece el recuerdo de la brisa de una tarde cualquiera de julio y Levante...

   El olor del polvo que vestía mi piel cuando invadía la intimidad de aquella montaña...

   Y aquella mezcla de sudor y frío cuando te cuelas furtivamente en mis sueños y comienzas a rozarme como quien recorre con confianza los entresijos de un laberinto,
   cuando me despojas de la timidez que entorna la puerta de mis ojos cada vez que estás a mi lado y te miro sin que te des cuenta,
   cuando me das a probar tus besos con fuerza cada vez que hay tormenta para que acabe pidiéndote al menos uno más...

   Cuantos adoquines para burlar la desgana.

   Observo a cuantas personas me cruzo a diario, descifro sus gestos, esperando encontrarme con esas arruguillas que adornan la mirada tantas veces cómplice de tus ojos.



Y agacho un poco la cabeza.

                                              Y se prende fuego en mis mejillas.
                         
                                                                                                       Y sonrío mientras te pienso.



   En esta noche de julio y Levante, cuando el sueño acuda a arroparme, dejaré una luz encendida junto a la puerta, por si decides venir y volver a rozarme...


sábado, 27 de mayo de 2017

Desaprender

   Que la vida te da y te quita, es algo que todos tenemos claro y presente en el día a día. Que por absurdo que nos parezca, desde la más nimia hasta la más importante decisión que tomamos va trazando y disponiendo los adoquines del camino que dibuja nuestra existencia, también es un hecho. Que el silencio y una postura correcta dominando donde tiempo atrás brotaban los abrazos, las risas y la confianza es un abismo que día a día crece como esa arruga que cada vez se marca al traer recuerdos al presente, eso es una puta mierda, porque es un síntoma del alma enferma que tontea con el coma; como la manzana podrida que hecha a perder el cesto entero. 

   Qué complicado es desaprender aquello que se aprendió hasta alcanzar casi un estado de gracia. Qué difícil curar cuando no se sangra...

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jueves, 17 de noviembre de 2016

El jardín de los sueños rotos (fin)

     La hierba todavía permanecía mojada a pesar de que hacía más de una semana que habían cesado las lluvias de un frente que llevaba anclado demasiado tiempo en todo el valle. Se hacía complicado caminar sin dar síntomas de perder el equilibrio momentáneamente en un terreno que se había convertido en impracticable. Y a pesar de ello, las ganas podían más y volvía a ponerse en pie, contemplaba las heridas que le marcaban por todas partes, y volvía a hundir sus pasos en ese camino que de repente un día alteró su rumbo por completo. 

     Allí estaba una vez más, rebuscando en cada rincón, un atisbo de magia de primavera, unos pocos versos sueltos desprendidos de algún libro viejo, susurros perdidos en noches que llegaron al alba, silencios que inventasen verdaderas obras de arte. 

     Sólo de detuvo ante un pequeño charco que se resignaba a desaparecer bajo la sombra de un ciprés. Posó su mirada en él como si fuese un espejo, y sintió la tentación de rozarlo con la punta de sus dedos para que se llevase todos los sueños rotos, pero no tenía el valor de hacerlo. Sabía que si perdía su reflejo ya no le quedaría nada. 

     Cuentan que una parte de ella quedó impregnada en aquel ciprés que, día tras día, la fue despojando de los sueños rotos, de su reflejo...


miércoles, 2 de noviembre de 2016

El jardín de los sueños rotos (IV)

     Como cada mes, la Luna volvía a vestirse de luto esa noche, la primera de un otoño que había nacido adelantado y llevaba unos cuantos días cubriendo con niebla cada rincón del valle en el cual su jardín se había convertido en su particular altar.

     Un altar en el que en vez de vino se tomaba café y té, en el que en vez de pan se comían unas deliciosas pastas que las mujeres del lugar habían sabido retener con el paso de los años a pesar de las nuevas y fáciles novedades gastronómicas, un altar en el que se leía e inventaba poesía libremente sin las ataduras impuestas por ningún mandato divino... un refugio en el que sentirse a salvo de esos momentos vacíos y ociosos en los que la mente tontea con el diablo del arrepentimiento, del temor, del rencor, del odio, de los sentimientos no correspondidos, de la culpa, de la cobardía... a salvo de uno mismo la mayoría de las veces.

     Un altar en el que esa noche de luto y silencio frío centenares de luciérnagas rindieron su particular y pequeño tributo a los sentimientos heridos de muerte en la más fría de las noches.


domingo, 24 de abril de 2016

El jardín de los sueños rotos (III)

     Recordaba aquella noche como si fuera ayer. Esa en la que la fragancia a jazmín de una vela les transportó a aquel primer paseo por la Alhambra mientras anochecía aquel verano, ese verano en el que el calendario marcaba su primer año de relación, esa relación que comenzó en un pequeño mercado de Marrakech mientras tomaban un poco de té, un té con sabor a mezcla de menta, canela y un toque de limón.

     El mismo té que esa misma noche degustaba en el jardín a la luz de una vela y al calor propio del verano castellano, ese verano en el que el calendario marcaba el primer año, el primer año en el que esa noche no había nada que celebrar, nadie en quien acurrucarse bajo su abrazo, ni una Alhambra que reconquistar con un beso.


viernes, 8 de abril de 2016

El jardín de los sueños rotos (II)

     El olor a café recién hecho en la cafetera italiana que le regaló su abuela en aquella visita, que por circunstancias de la vida, fue la última, llenaba de recuerdos la cocina que, a través de un gran ventanal, daba a la terraza que se unía al jardín. Esa terraza en la que se habían sucedido tantas confesiones y concesiones ahogadas en lágrimas, de alegría y de tristeza, de vida, de abrazos eternos y besos robados en la clandestinidad de las noches estrelladas de luna nueva.