jueves, 13 de marzo de 2014

¿Ver para creer o creer para ver?

            Recordando varias frases que recopilo a continuación:

"Hay quien no sabe ver más allá de sus propias narices" (Mary Poppins)
"Necesito tocar esas llagas" (ante la resurreción de Jesús)
"Ahora sí, creo porque veo" (Rick O'Connell, en El Regreso de la Momia)
...

            Se nos inculca tan a menudo la necesidad de que necesitamos ver para creer, o muchas veces nos lo autoimponemos a nosotros mismos, que hay momentos en que la humanidad deja de ser un poco más humana para volverse un tanto más "fría y programada", e incluso me atrevería a decir también que conformista, pasota y vacía.

            Creo que estamos demasiado expuestos a esa energía gris que desprenden muchas personas, algo así como cuando sucede algún tipo de fuga radioactiva y todo lo que queda en un radio de X kilómetros termina perjudicado en mayor o menor grado. Si lo veo, entonces lo creeré. Pero no tendré fe en ello.


            Por fortuna, siempre encontramos brotes verdes si los buscamos con paciencia (no me refiero a los tan ya nombrados 'brotes verdes' de la economía). Brotes que resisten todo tipo de adversidades y se aferran con sus raíces fuertemente. Brotes que no necesitan ver la luz del sol para saber que el astro rey está ahí, oculto entre las nubes, pues en verdad creen en el sol.

            Por fortuna, con paciencia he terminado encontrando un gran bosque repleto de esos 'brotes verdes', personas que no necesitan ver para creer, si no que creen para ver. Porque cuando creemos en algo, cuando le aportamos esa energía que fluye de unos a otros y nos retroalimenta para tomar nuevo impulso, terminamos viendo aquello en lo que creemos.

            Y a día de hoy, todos creemos. Y más pronto que tarde, terminaremos viendo.

*Con todo mi cariño a Hugo, Olga, y Santi. Y a todos los que tenemos un pedacito de nosotros con ellos. Porque creemos.