jueves, 17 de noviembre de 2016

El jardín de los sueños rotos (fin)

     La hierba todavía permanecía mojada a pesar de que hacía más de una semana que habían cesado las lluvias de un frente que llevaba anclado demasiado tiempo en todo el valle. Se hacía complicado caminar sin dar síntomas de perder el equilibrio momentáneamente en un terreno que se había convertido en impracticable. Y a pesar de ello, las ganas podían más y volvía a ponerse en pie, contemplaba las heridas que le marcaban por todas partes, y volvía a hundir sus pasos en ese camino que de repente un día alteró su rumbo por completo. 

     Allí estaba una vez más, rebuscando en cada rincón, un atisbo de magia de primavera, unos pocos versos sueltos desprendidos de algún libro viejo, susurros perdidos en noches que llegaron al alba, silencios que inventasen verdaderas obras de arte. 

     Sólo de detuvo ante un pequeño charco que se resignaba a desaparecer bajo la sombra de un ciprés. Posó su mirada en él como si fuese un espejo, y sintió la tentación de rozarlo con la punta de sus dedos para que se llevase todos los sueños rotos, pero no tenía el valor de hacerlo. Sabía que si perdía su reflejo ya no le quedaría nada. 

     Cuentan que una parte de ella quedó impregnada en aquel ciprés que, día tras día, la fue despojando de los sueños rotos, de su reflejo...


No hay comentarios:

Publicar un comentario