El olor del polvo que vestía mi piel cuando invadía la intimidad de aquella montaña...
Y aquella mezcla de sudor y frío cuando te cuelas furtivamente en mis sueños y comienzas a rozarme como quien recorre con confianza los entresijos de un laberinto,
cuando me despojas de la timidez que entorna la puerta de mis ojos cada vez que estás a mi lado y te miro sin que te des cuenta,
cuando me das a probar tus besos con fuerza cada vez que hay tormenta para que acabe pidiéndote al menos uno más...
Cuantos adoquines para burlar la desgana.
Observo a cuantas personas me cruzo a diario, descifro sus gestos, esperando encontrarme con esas arruguillas que adornan la mirada tantas veces cómplice de tus ojos.
Y agacho un poco la cabeza.
Y se prende fuego en mis mejillas.
Y sonrío mientras te pienso.
En esta noche de julio y Levante, cuando el sueño acuda a arroparme, dejaré una luz encendida junto a la puerta, por si decides venir y volver a rozarme...
No hay comentarios:
Publicar un comentario