sábado, 28 de julio de 2012

El por qué de las estrellas fugaces (Parte II)


            A lo lejos divisó una gruta enclavada en la montaña, en su zona más escarpada. Pensó que quizá sería demasiado arriesgado, pues no conocía el lugar, y tampoco le inspiraba la menor confianza adentrarse en una ratonera, pero tampoco tenía muchas más opciones entre las que elegir, así que optó por atravesar el bosque por su zona más sombría, intentando jugar al despiste y ganar así algún segundo en una cuenta atrás que le mantenía al límite de sus fuerzas. Un límite que nunca pensó que llegaría a rozar ni a acariciar, pues jamás creyó que su comportamiento mereciera ser castigado, y mucho menos con una pena que sólo se aplicó en antiguas historias contadas por trovadores que sólo consiguieron mantener viva la crítica de propios y extraños allá por donde les llevaban sus pasos en busca de un mendrugo de pan con el que acallar el rugir de sus estómagos. ¿Desde cuándo un acto tan puro podía acarrear un castigo tan cruel? ¿Quién establecía la línea que separaba lo moralmente correcto de la deshonestidad ?

            Consiguió salvar su huida a través del bosque. Se giró y echó un vistazo. Por el momento había conseguido dejarle atrás. Aceleró el paso y se adentró en la gruta, como si de un camino al centro de la Tierra se tratara. No atisbó ni un ápice de luz. La oscuridad había terminado llenando por completo un vacío que nunca terminó de desaparecer. Tanteó con sus manos las paredes de roca en busca de algún recoveco aislado en el que ocultarse y descansar. Encontró uno, no muy amplio, pero lo suficiente para poder tumbarse un rato y pasar desapercibido.

            Comenzó a sentir cómo pequeños dardos se le clavaban en la piel, abriéndole pequeñas heridas que sangraban lentamente. Voces entremezcladas zambullían su cabeza en un mar de críticas, abucheos e injurias que le convirtieron en el protagonista de una historia inventada a su medida. Aguzó el oído, y pudo escuchar un mensaje que le traía el rumor del viento. Pronto todo habría acabado. Sintió miedo, aunque su coraje era muy superior. Ticse hizo el silencio. Tacalguien se había adentrado en la gruta además de él. Ticse puso en pie, abrió los ojos, y miro al frente con la cabeza bien alta. Tacse enfrentó con humildad, fuerza y honor a su destino.
(continuará)
by Frank Tástico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario